Es conveniente diferenciar la salud sexual, enfocada a la salud en las relaciones sexuales y la salud reproductiva enfocada a la reproducción sexual y a la procreación.
A pesar de las grandes diferencias existentes deben resaltarse las
iniciativas realizadas hasta la fecha. En algunos países se han llegado a
implementar servicios y programas a nivel gubernamental. No obstante,
este tema aún genera conflictos por los tabúes y mitos existentes, tales
como que brindar educación y atención en esta área generará libertinaje
y no libertad; que aumentarán las relaciones coitales no protegidas y
la precocidad sexual. Este fenómeno puede ocasionar que este tipo de
programas pierdan continuidad y respaldo político.
En este sentido, se aprecia la necesidad de crear espacios de
discusión sobre este tema, siendo esto una cuestión clave para el diseño
de políticas de juventud.
Así mismo, existe consenso en resaltar el deber de respetar la
sexualidad del ser humano y la libertad en sus opciones y decisiones. La
salud sexual y la salud reproductiva
(que involucra aspectos de carácter biológico, psicológico, sociológico
y cultural), por tanto, debe basarse en tres principios:
individualización (tomar en consideración las diferencias individuales);
respeto a la dignidad humana (valores personales y de grupo); libre
determinación (frente a las alternativas existentes es la persona quien
decide en última instancia).
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